La restauración social del manglito, donde regresó la esperanza

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SEMARNAT- La historia de restauración del Manglito -digna de estudiar y replicar en muchos otros sitios de México y el mundo-, empezó con el acercamiento a las y los niños a quienes invitaron a talleres, juegos y actividades para dejar la calle y la cercanía a las drogas que rondaba al pueblo
Conocí a Hubert hace apenas unas semanas en una de las ensenadas de La Paz Baja California. Su abuelo, su padre y él se dedicaron a la pesca, principalmente de callo de hacha.
Su lugar, su pueblo y su mar, con el paso de los años, perdió la riqueza que alguna vez tuvo. Habían aumentado el número de pescadores y la competencia y extracción excesiva les llevó prácticamente a la desaparición de los recursos de los que vivían.
El callo de hacha, como otros de los organismos que pescaban, entraron paulatinamente a la lista de especies en peligro por su sobreexplotación. Así que se establecieron vedas y protecciones para recuperarlas, pero nadie las respetó y se convirtieron en sus peores enemigos, todos ejercían la pesca ilegal.
En ese tiempo, la comunidad del Manglito, no sólo había perdido al callo de hacha y a los otros organismos de los que vivían, habían perdido también su respeto y sentido de amor y pertenencia a su comunidad.
Hace cerca de 14 años empezaron un cambio detonado por una pareja (Alejandro y Mónica) empeñada en rescatar al Golfo de California del destino que han vivido muchos de los ecosistemas marinos del mundo: deterioro, sobreexplotación y pérdida de los medios de vida de las comunidades pesqueras.
Los dos ambientalistas aparecieron, al inicio como los enemigos porque combatían la pesca ilegal.
La historia de restauración del Manglito -digna de estudiar y replicar en muchos otros sitios de México y el mundo-, empezó con el acercamiento a las y los niños a quienes invitaron a talleres, juegos y actividades para dejar la calle y la cercanía a las drogas que rondaba al pueblo.
Siguió con la limpieza de las calles del pueblo, donde este par -a quien veían como una pareja de locos- caminaban a pleno rayo del sol y con temperaturas de 30 grados, recogiendo la basura. ¿Para qué lo hacen?, preguntaban, se verá más lindo el pueblo, respondían.
Los niños y vecinos terminaron sumándose a esta aparente actividad sin sentido y, con el paso de los meses, acabaron sentados, conversando sobre la desgracia que provoca el olvido de los valores y querencias por el pueblo, la comunidad y el sitio del que depende la vida y planeando nuevos rumbos.
Hubert, Manuel y ahora las guardianas del manglar, junto con los que antes fueron niños y niñas jugando con Alejandro y Mónica a limpiar el pueblo y que ahora se han convertido en profesionistas, han transformado y restaurado no sólo la pesquería de callo de hacha. Como dice Hubert, se restauraron ellos, se abrieron a una forma de trabajo que jamás imaginaron.
Hoy, el Manglito no sólo tiene de nuevo callo de hacha, sus habitantes, los pescadores, las mujeres, las otrora niñas y ahora ingenieras, oceanólogas y turistólogas están convencidas que la restauración de su ecosistema y su medio de vida, no solo les permite ingreso, les permite respetarse, saberse dueños de su destino y defensores de comunidad y sus recursos.
Subsecretaría de Biodiversidad y Restauración Ambiental, de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales del Gobierno de México.
Marina Robles García
@mroblesg
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